(Verdú, 1580 - Cartagena de Indias, 1654) Misionero
jesuita español que desempeñó una vasta labor evangelizadora en
Cartagena de Indias, bautizando y adoctrinando a los esclavos que
llegaban de África. Canonizado por la Iglesia en 1888 y patrón de
Colombia, es llamado, tal y como él mismo se definió, El apóstol de
los negros o El esclavo de los negros.
Hijo de los labradores Pedro Claver y Minguella y
Ana Corberó, quedó huérfano de madre a los trece años de edad. Puesta
de manifiesto su vocación religiosa, dos años después recibió la tonsura
eclesiástica de manos del obispo de Vic en la parroquia de su localidad
natal, Verdú. Se trasladó a Barcelona para iniciar estudios de
gramática en el Estudio General de la Universidad. A mediados de 1600 o
1601, terminada la retórica, pasó al Colegio Jesuita de Belén para
cursar filosofía. Allí decidió ingresar en la Compañía de Jesús, y el 7
de agosto de 1602 entró en el noviciado de Tarragona.
San Pedro Claver
Tras hacer los votos, fue enviado a Gerona para
ampliar sus estudios de humanidades y luego, el 11 de noviembre de 1605,
al colegio de Montesión en Palma de Mallorca para cursar filosofía.
Allí trabó gran amistad con el portero Alonso Rodríguez, un anciano
hermano lego que le imbuyó la inquietud misional. En 1608 se trasladó a
Barcelona para estudiar teología. No pudo terminar los estudios, pues
recibió una carta del Provincial, fechada el 23 de enero de 1610, por la
que se le concedía el permiso para trasladarse a América, como era su
deseo.
Claver viajó hasta Tarragona para unirse a otros
religiosos y seguir hacia Valencia y Sevilla, donde otros jesuitas se
sumaron al grupo. Embarcó en el galeón San Pedro (perteneciente a la
flota mandada por don Jerónimo de Portugal y Córdoba) que zarpó del
puerto andaluz en abril del mismo 1610, y arribó a Cartagena. Desde allí
Claver y sus compañeros emprendieron el camino a Santa Fe, remontando
el río Magdalena y tomando luego el camino de Honda.
Una vez la capital neogranadina se encontró con
que no podía seguir los estudios de teología, pues faltaban profesores.
Fue asignado al Colegio de la Compañía como coadjutor hasta 1612, cuando
la llegada de nuevos religiosos le permitió proseguir dichos estudios.
Claver fue enviado luego al noviciado de Tunja para la tercera
aprobación, y finalmente al colegio de Cartagena, al que llegó en
noviembre de 1615. Se ordenó subdiácono al mes siguiente y en 1616
recibió el diaconado y la ordenación sacerdotal.
El nuevo jesuita fue enviado a ayudar al padre
Sandoval, que tenía a su cargo la catequización de los negros. Sandoval
tuvo que ir a Lima en 1617 y Claver hubo de ocuparse él solo de todo el
trabajo. En 1618 se le unió un jesuita italiano, el padre Carlos de
Orta, pero murió al año siguiente; afortunadamente, el padre Sandoval
regresó a Cartagena en 1620. El 3 de abril de 1622 hizo Claver su
profesión. Al pie de la fórmula de los votos consignó de su puño y letra
“Petrus Claver, aethiopum semper servus” (“Pedro Claver, esclavo de los
negros para siempre”). Era lo que quería ser y lo que siempre fue.
El padre Claver ejerció su apostolado con total
dedicación, siguiendo el procedimiento empleado por el padre Sandoval.
Cuando el gobernador le anunciaba la llegada de un barco negrero,
trataba de averiguar de qué región procedía su “carga”, con objeto de
buscar los intérpretes adecuados para hablar con los esclavos. Los
propietarios de esclavos se negaban a suministrarle intérpretes o ponían
muchos obstáculos, motivo por el cual el Colegio de Cartagena terminó
comprando un grupo de esclavos-intérpretes oriundos de diversas regiones
de África para que ayudaran a Claver.
El religioso pasaba con ellos al buque negrero,
al que llevaba regalos como naranjas, limones, tabaco, pan o
aguardiente. Bajaba a las bodegas y decía a los esclavos que estaba allí
para cuidar de que los blancos les trataran bien; les aseguraba que no
iban a matarlos, como a menudo creían, y les alentaba a abrazar la fe
cristiana, para lo que debían instruirse. Luego preguntaba por los
enfermos y los niños nacidos en la travesía, a quienes dedicaba sus
cuidados de urgencia.
Cuando le impedían subir al buque negrero, hacía
lo mismo en los almacenes donde se hacinaban los esclavos. Claver
repetía las visitas varios días, y dedicaba después varias horas a la
catequesis por medio de los intérpretes. Esta labor solía hacerla en un
patio, ante un cuadro de Jesús crucificado, y terminaba con el acto de
contrición. Cuando los catecúmenos estaban bien instruidos procedía a
bautizarlos, y luego les entregaba unas medallas de plomo que tenían
impresos los nombres de Jesús y María.
El padre Claver cuidaba también de los negros
que vivían usualmente en Cartagena y hasta de los de la provincia, a los
que dedicaba una misión anual por Pascua. Manifestaba especial
preocupación por los enfermos, lisiados e indigentes, a los que hacía
objeto de sus desvelos. Diariamente acudía a los dos hospitales de San
Sebastián y San Lázaro, donde consolaba y curaba a los internados. En
las cárceles atendía no sólo a los negros, sino también a presos
diversos, como los protestantes de la isla de Santa Catalina, que
procedían de capturas realizadas por las naves españolas. El jesuita
terminó por ser respetado por las autoridades cartageneras y por los
mismos propietarios de esclavos, que temían verle aparecer. Vivía con
extrema austeridad, durmiendo en una esterilla y comiendo frugalmente, y
dedicado a sus rezos en los ratos libres.
En 1651 Cartagena fue azotada por una epidemia.
El padre Claver contrajo la enfermedad y le quedó como secuela una
parálisis progresiva que, sin embargo, no fue obstáculo para que
continuase visitando a los leprosos de San Lázaro, adonde se hacía
conducir en mula, e incluso a los pocos esclavos que llegaban. A raíz de
la independencia de Portugal en 1640 habían disminuido los barcos
negreros, pues dicha nación había detentado el asiento. Se produjo
entonces un vacío que duró hasta que volvió a organizarse el negocio de
la trata. Pese a ello seguían llegando algunos barcos, como una
embarcación con carga de esclavos araraes en 1651. Claver se hizo vestir
y, ayudado de un bastón, fue al almacén donde se habían almacenado para
la venta. Los instruyó durante varios días y bautizó a no pocos.
El 6 de septiembre de 1654 enfermó de gravedad y
al día siguiente se le dio la extremaunción. A su muerte, acaecida en
la noche del 7 al 8 de septiembre de 1654, numerosos fieles habían ido a
visitarle. Tuvo unas solemnes honras fúnebres y fue enterrado en la
capilla del Santo Cristo, en la iglesia de la Compañía. El proceso de su
beatificación empezó en 1658. En 1747 fue declarado Venerable por
Benedicto XIV; fue beatificado en 1851 por Pío IX, y canonizado en 1888
por León XIII. Su fiesta se celebra el 9 de septiembre.